Un Daño Cerebral Adquirido (DCA) puede resultar más o menos complejo de definir. Hay muchas publicaciones sobre ello, YO, me quiero referir, con estas letras, al DCA que vive en MÍ. Mi experiencia (ELLA), en estos diez años con ÉL, es la que me dicta y YO escribo.
Es bastante evidente, que la común gente, se fije o se deje llevar por lo que ve. Lo que ve, en sentido literal. Generalmente, pocos van más allá, pocos divisan aquello que no se ve si no se presta un mínimo de atención.
El YO, es un chico, que no habiendo cumplido los 29, de repente, sintió cómo dentro de sí, se había instalado un nuevo inquilino, el DCA. Un inquilino, al principio molesto. Un desconocido que pretendía instalarse a su antojo, sin contar con el YO, que es quien había estado ahí siempre. Años complejos de convivencia entre ambos, hasta que parece que, un día, decidieron comprenderse, aprender juntos y acompañarse.
Diez años atrás, la vida le regaló al YO otra nueva vida. El YO, aun costándole mucho, decidió vivirla de la manera que encontrase más enriquecedora.
El DCA y el YO, han vivido multitud de historias, experiencias o vidas en el transcurrir de este tiempo juntos. Algo que no deja de sorprenderles, es la manera de ver de la común gente. Ellos ven lo visible, las maneras de caminar, de hablar, de expresar… Lo que pocos ven, es lo que no se ve (afortunadamente para el YO, a ÉL, muchos y muchas sí que lo ven).
A veces lo perciben y sacan sus propias conclusiones. Esto no deja de ser una visión subjetiva de lo que cada cual percibe, que no siempre tiene que ser lo que verdaderamente es.
El ÉL y el YO, aun hoy, continúan teniendo enfrentamientos o malentendidos en su larga convivencia. Es en estos momentos, cuando aparecen más malentendidos con la gente que hubiere alrededor en esos instantes. La común gente, es veloz en etiquetar, en criticar, en hablar, sólo por el hecho de hablar. El Él y el YO, saben que necesitan estar solos, aunque haya gente alrededor, para que ambos, se hablen y se ayuden a recuperar su estabilidad.
Estabilidad que se convirtió en pieza fundamental en el puzle inacabado de sus vidas.
Todo el mundo necesita estabilidad en sus vidas. El ÉL y el YO, la necesitan en su hogar, en su cerebro. Estando presente dicha estabilidad, todo resulta menos complejo. Aparecen ideas, nuevas sensaciones, nuevos objetivos, nuevos horizontes. Nuevo todo lo aparecido y nuevas las maneras de actuar, para ir poniendo en práctica cada una de esas nuevas visitantes.
Esto contado, parece que puede ser una manera óptima para todo el mundo. Lo que ocurre es que al ser todo el mundo, hay que tener en cuenta que cada uno es cada uno, que cada una es cada una y en este caso, el ÉL y el YO, son únicos, diferentes e iguales entre sí.
La íntima relación entre el ÉL y el YO, da mucha prioridad a sus ritmos vitales. Prefieren una vida en calma, serena, a paso lento, en lugar de las prisas que merodean alrededor de ellos. Un ritmo pausado, les facilita la adquisición de la necesaria estabilidad.
En caso opuesto, ante un ritmo veloz, ambos entran en nerviosismo, indecisiones, malentendidos, e incluso, en ocasiones que sienten vertiginosas, puede que aparezca AQUEL.
AQUEL, que tiempo atrás se hizo el jefe de la guarida y con sus enfermizas y malignas jugarretas, trató de apoderarse de todo; mente y cuerpo.
Duro fue el esfuerzo realizado para que, al cabo de varios años, AQUEL fuese desterrado.
Destierro de muchos años, pero sorprendentemente, AQUEL, volvió a aparecer sin esperarlo. Más que volver, fue algo así como invocado por un CANTO de afuera. CANTO que comenzó persuadiendo al ÉL y al YO. Quiso convencerlos de dar un giro hacia una vida mejor. Les puso ante sí, una serie de visiones atrayentes, bonitas, deseables, casi impensable no aceptarlas. El ÉL y el YO, pararon un poco y no dieron una respuesta inmediata, con lo cual se dio inicio a la invocación de AQUEL.
Ante la no inmediatez de su respuesta, ese CANTO, comenzó a descubrir sus tretas. Todo lo bello de su ofrecimiento, iba acompañado de una serie de condiciones. Condiciones que ni el ÉL ni el YO, estaban dispuestos a asumir. Esta negativa hizo enfadar al CANTO , que cambió su estrategia persuasiva, por un ataque directo, aderezado con altas dosis de sarcasmo. Ante esta situación, la estabilidad alcanzada por el ÉL y el YO, se transformó en una desquiciante inestabilidad emocional. Momento que aprovechó AQUEL, para tomar las riendas y volcar toda su ira contenida durante el destierro. Esto provocó una situación tormentosa, muy negativa que concluyó en un periodo de satisfacción para AQUEL, pero de mucha tristeza para el ÉL y el YO.
Ya hoy, el ÉL y el YO, vuelven a su estado más normal y juntos, dan gracias a AQUEL, pues sin saberlo, su invasión en el momento de inestabilidad, los salvó de caer en aquella propuesta de ese CANTO.
Hoy piensan, que si hubiesen aceptado, estarían viviendo en la inestabilidad constante. En un ir y venir de la felicidad a la tristeza a un ritmo veloz. Un subir y bajar constante. Habrían virado a estar, constantemente, VIVIENDO SIN VIVIR.