Ya ves cómo blanquea la alta nieve
en el Soracte; los cansados árboles
bajo el peso sufren; el hielo
áspero inmóviles tiene a los ríos.
Aleja el frío echando generoso
leña al fuego y un vino de cuatro años
con largueza, Taliarco, escancia
de sabina ánfora y el resto déjalo
a los dioses, que en cuanto aplacar quieran
la lucha de los vientos sobre el férvido
piélago, los viejos cipreses
y fresnos quietos quedarán ya.
No te preguntes más por el futuro
y apunta en tu haber, mozo, cada día
que te dé Fortuna y las danzas
y amores dulces aun no desprecies
mientras en tu vigor no haya morosas
canas. Ahora buscar debes el Campo
y las plazas y la nocturna
cita en que se oigan suaves susurros;
ahora la grata risa que a la niña
delate en su rincón, ahora la prenda
robada a la muñeca o dedo
que se defiendan con pocas ganas.
(del libro Odas y Epodos, Quinto Horacio Flaco [65-8 a.C.]. Traducción de Manuel Fernández-Galiano. Editorial Cátedra)
No hay comentarios:
Publicar un comentario