Un caluroso día, paseando por sus calles, decido quitarle las “patas” a mis desmontables y las dejo caer sobre mis botas. Esto provoca cierta curiosidad en todo aquel que pasa por mi lado. Siento las miradas, oigo tímidas risas y comentarios a mi alrededor. En cualquier otra situación, esto podría resultar una ofensa hacia mi, pero no es eso lo que siento.
Es agradable observar los rostros sorprendidos de quienes se cruzan en mi paseo, aún más agradable es sentir el ritmo, tan diferente, del reloj en este lugar.
San Cristóbal de las Casas, Febrero 2002.
2 comentarios:
A seis años, casi siete, de este registro, el impacto de esa atmósfera al interior de Chiapas, sigue viva e intacta. Gracias por esta crónica de un tiempo suspendido en la poesía.
Saludos...
Angel, gracias a Chiapas y su atmósfera. Allá dejé a conciencia un pedazo de mi corazón y, aún estando lejos, hay veces que me atrapa y me lleva de su mano a caminar, oler y sentir sus paisajes y sus gentes.
Nos vemos.
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