Te dices: huesos, músculos,... la sangre.
A veces no te explicas cómo alzas
este cuerpo más grave que la carne,
cómo erguido traspasas cada día
sin saber quién ni a dónde, todavía
de la mano del sueño donde cumplen
los deseos -el miedo- sus hazañas,
goteando su ausencia como un hilo
sobre el puente hasta el sueño -otra vez-.
En la interrogación a veces surge
la voluntad y te preguntas cómo
en medio del cercado de los ciclos
es posible un paréntesis de vida,
un silencio alcanzado con palabras
que te exculpen de estar entre silencios.
4 comentarios:
Sergio...¡qué joya! Un poema maravilloso. Lo leeré varias veces porque hoy, me han conquistado estos versos en la tarde triste y gris de mi Madrid...besos
Pues no sé qué decirte... Gracias Marisa. Aunque yo no dejo de verlo como una tentativa, me alegra mucho que te guste... no sé, muchas gracias de nuevo. Espero que se levante esa tristeza y grisura de Madrid. Besos para ti.
Los dos versos finales son una declaración estética, pero también una justificación vital.
No hay duda: la literatura es para quien la escribe y la lee una forma íntima de absoución.
Enhorabuena por el poema.
Gracias por la glosa y la felicitación, Bruno. No sé, creo que ya sabes lo que significan tus palabras para mi. Desde luego creo en esa absolución...
Abrazos.
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