La piel rugosa y fría de la pared.
La espalda ya encorvada del cuarto de baño.
Los ojos de los fogones capaces de alimentar.
La boca silenciosa de la puerta donde no entran moscas.
La veste blanquísima del aire.
Los abalorios de las cosas y el mobiliario.
El pecho del balcón palpitando según tiempo.
La lubricidad con moho de las tuberías, lo indecible y la memoria.
El alma , la chimenea ausente o la estufa solitaria.
Las manos de los libros y los pies extensos del mármol.
El regazo estudioso del sillón.
La infidelidad del televisor.
La otra vieja indiscreta, la ventana a los vecinos.
El extraño nieto acabando no se sabe en un cuaderno.
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