Llegando a una inesperada bifurcación, un par de posibilidades se plantan delante de los pies.
La una muestra un inicio de sendero, plagado de bonitos paisajes. Senda de piso firme, agradable y placentero. Poco será el esfuerzo para avanzar, pues levitas sólo dejándote llevar.
La otra mano de la bifurcación, dibuja un ir y venir, un subir y un bajar, un a este lado y, de repente a este otro, un aparezco y un me pierdo en la maleza.
Ha de llegar la decisión de tomar uno u otro brazo.
La decisión llega, y llega sin mirar ni a un lado ni a otro.
Llega mirando adentro, emboscándote en ese oscuro y a la vez claro interior.
Ahí donde hallas las respuestas a dudas tan relevantes como las de decidir.
Decisión, en este caso, de avanzar por un lado u otro.
Decisión, que llega y te pregunta; "¿por qué dos caminos a elegir, cuando existen muchos más?".
Esa pregunta suena y no deja de sonar. Tanto suena que logra hacer que los pies se muevan, avancen y se dirijan a un nuevo lugar.
Lugar del que poco se conoce, no se sabe ni dónde estará, ni qué ofrecerá, ni si se tardará mucho o poco en llegar.
Lo único sabido es que ese será el lugar.