martes, 16 de junio de 2009




Ollie McGee



¿Habéis visto pasearse por el pueblo

a un hombre cabizbajo y abatido?

Es mi marido, que con secreta crueldad

que nunca se sabrá, me robó juventud y belleza,

hasta que, arrugada y con dientes amarillos,

perdida mi dignidad y avergonzadamente humilde,

bajé a la tumba.

¿Y qué creéis que le roe a mi marido el corazón?

¡La cara de la que fui y la cara de la que él hizo de mí!

las dos le están llevando al sitio en el que yazgo.

Después de muerta tengo mi venganza.





Fletcher McGee



Fue ella quien me quitó la fuerza minuto a minuto,

ella, quien me quitó la vida hora tras hora,

ella quien me secó como una luna febril

que va minando al mundo que gira.

Los días pasaron como sombras,

rodaron los minutos como estrellas.

Fue ella quien me arrancó la ternura del corazón

y me la transformó en sonrisas.

Ella era un trozo de arcilla para esculpir;

mis secretos pensamientos fueron dedos:

volaron a su frente pensativa

y se la marcaron profundamente con dolor.

Le formaron los labios, le abultaron las mejillas

y le hundieron los ojos de pena.

Mi alma había penetrado en la arcilla

luchando endemoniadamente.

No era mía, no era suya;

ella la tenía, pero sus luchas

le modelaron la cara que odiaba,

la cara que yo temía ver.

Atranqué las ventanas, eché los cerrojos.

Me oculté en un rincón...

Y ella entonces murió, y se me apareció

persiguiéndome hasta el final de mi vida.



(De Antología de Spoon River, Edgar Lee Masters. Traducción, Jesús López Pacheco y Fabio L. Lázaro. Ed. Cátedra.)



viernes, 12 de junio de 2009

domingo, 7 de junio de 2009




Como ya lo escribió Safo me he permitido, no tomar prestado algún verso, sino hurtarle un poema entero, con la lógica variación de época. El año pasado vi, al final del invierno (lo que me ratifica en mi epifanía), a Gónguila vestida con una sencilla camisa blanca únicamente, paseando por la Calle Ancha de mi ciudad.



H
e visto a Gónguila esta tarde,

diecisiete años con tacones,

ancho cinturón ciñendo el vuelo

de su túnica blanca como leche,

pasear el deseo trémulo

de los cuervos y los escaparates.



Venga la de Chipre ahora

y no se queje en esta calle.



martes, 2 de junio de 2009




La precisión del río en los guijarros.



En la orilla el sol, como se dice,

vuelve a bañarlos,

con su paño sin pliegues

los frota y limpia

y tierno los deja

en el joyero extenso

de terciopelo verde y alto.



Piedras preciosas para el niño.