domingo, 29 de noviembre de 2009

El sol inicia la entrada a su guarida nocturna y él reposa, sentado en las rocas mirando al mar. El horizonte le lanza recuerdos casi olvidados. De todos ellos, es uno el que se adueña de su cabeza. Recuerda tiempos, en los cuales, sólo pensaba en una estrategia para despedirse de su vida.
En aquel tiempo, todo era oscuro, su cuerpo no le oía, la dependencia se hacía enorme. Una única idea se fortalecía en su interior. Ésta era conseguir acercarse al balcón y dejar caer su cuerpo, sólo así se acercaba a eso que llamaban felicidad. Su pensamiento surgía a diario, pero nunca llegaba a realizarlo, quizás porque no se atrevía, o quizás porque no podía andar hasta el deseado balcón.
Hoy piensa, que quiso acabar con su vida, porque no conseguía ver nada más. Sin llegar a comprenderlo, su cuello se volvió rígido y le impedía girar su cabeza a otros lados. Lados, en los que moraban multitud de historias a realizar, cuentos que contar, canciones que bailar y cantar, gritos que lanzar al viento, lágrimas que derramar y risas que dibujar. La misma idea de morir, le enseñaba las ganas de vivir, pero en aquellos tiempos confusos, no lograba ver lo que se le presentaba ante su rostro. Aún así, cada pequeño detalle, se sumergía en su interior y se ubicaba plácidamente para iniciar su crecimiento. Una vez entró uno, éste dejó la entrada libre para que llegasen más. Fue esta entrada masiva de pinceladas, aparentemente insignificantes, las que le configuraron un paisaje distinto al que él se planteaba.
Tarea dura la iniciada, pues le tocaba reconstruir su vida, la ya olvidada, perdida y abandonada. Con mucho esfuerzo y con la ayuda de aquellos generosos intrusos que ocuparon su ser, se iba olvidando de su vida anterior e iba construyendo su nueva vida iniciada.
Juntos han conseguido crear nuevos horizontes en los que aprenden a desenvolverse con soltura, juegan, saltan, gritan, ríen, lloran, hablan y callan. Tal es así, que algún día recibe la visita de la señora muerte y ésta se ríe con él, recordándole qué hubiera descubierto si ella le hubiese hecho caso aquellos días y se lo hubiese llevado.
Mientras tanto, las horas pasan y él no las cuenta.
Se va el sol y llega la luna, sus pensamientos vuelan con los latidos del viento.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Añoranza


Disculpen el giro, me apetece escuchar musica.
Ella me ofrece un baile de notas y palabras cargadas de andanzas pasadas.
Pasadas sí, pero de esta manera viajo allá y consigo tocar, oler y saborear los recuerdos añorados que hoy me empapan.



Poblada de dudas nació mi cabeza.
Dudas que, al resolverlas, parían muchas más.
Resolví la mayor de ellas y, aunque seguirán naciendo más, no hace mucho pereció la que a todas sujetaba.
Hablo con uno de mis otros seres, ese que aparté de mi. Escucho sus palabras, se expresa contándome cómo le va. Me dice que está solo y siente frío. Para hallar un poco de calor se refugia en sus sueños. Se disculpa por ser un poco soñador. Le hablo y digo que no hay motivo para disculparse. No hay nada malo en soñar si es lo que él quiere.
Conversamos largo rato y acordamos respetar nuestros espacios. Debemos seguir dando vida a nuestros sueños sin interferir el uno en el otro. Disfrutaremos de soñar y luego nos hablaremos. De esta forma no habrá que pasar frio, nos daremos calor mutuamente con nuestras ilusiones, sin perder de vista lo que son; huérfanos de realidad.
Retoñan tus veneros, un suave levante los trae consigo.
Te sumerges en mi aliento y recorres mi corpóreo ser.
La interna mar gruesa rescata esas sensaciones ávidas por florecer para acariciarme con su bálsamo.
Suave periplo el iniciado.
Asciendes, desciendes y te deslizas con dulzura, por mis senderos más internos, pariendo estremecimientos.
Frúnceme con tu calor hasta juntos perecer, abrazados tibiamente, en el plácido cobijo.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Se vislumbraba en el horizonte, pero la luz no dejaba ver con claridad.
Inesperado, un nuevo amanecer que pretende dibujar otra vida, de la cual, dejo-me llevar.
He de nacer una vez más,
he de aprender a caminar por las nuevas sendas, ya conocidas,
con la diferencia de que hoy se ven con mucha claridad.