Noche llovida.
El árbol gorjeando
se despereza,
sacude el sueño: ruido
seco de gotas y alas.
"Qué extraño es estar vivo [...] Tu vida la sostiene, acaso, esta extrañeza." J. Corredor-Matheos
Transcurren los días y te van asaltando imágenes, palabras, sonidos, olores...
Se meten dentro de ti y organizan un alocado festival del que fluyen ideas.
Ideas primigenias sin mucho sentido ni forma.
Ellas solitas crecen en su hábitat interno, toman fuerza y un día, sin apenas darte cuenta, han logrado transformarse en letras. Letras que se unen formando palabras y éstas, a su vez, forman frases.
Se avecina el momento en el cual estas letras llaman a tu puerta.
Les abres y les ofreces toda la comodidad a tu alcance.
Piden tu ayuda para salir al exterior y explorar otros mundos.
Sin pensarlo mucho, agarras papel y bolígrafo (teclado en este caso), para dar comienzo a su nuevo viaje.
Cuando están todas fuera de ti, inician su emancipación, donde conoceran otras vidas, verán a otras hermanas, viajaran a otros lugares.
Consiguen su deseada y querida libertad.
"...Y creo que el motivo de llevar este destino,
es tener en el camino ese alma de molino..."
Rosendo Mercado
Intruso de un nuevo horizonte. Das pasos con cautela porque todo resulta extraño. Con sigilo avanzas de un lado a otro tratando de encontrar esa luz que te ilumine.
-No te engañes amigo, no hay luz. En esta oscuridad que te rodea sólo tú puedes encender alguna lámpara. Puedes empezar encendiendo tu mechero y, mientras haya gas, que éste te muestre a dónde ir. No tengas miedo de caer una vez más, pues tú sabes muy bien cómo levantarte.
Así fue, se marchó vagabundeando sin importarle a dónde llegaría. Su única “manera de vivir”, descubrir su vida a cada instante, en cada lugar, en cada rincón de su cabeza.
Esperaba tardía tu venida pero te apresuraste en el encuentro. Llegaste un atardecer por sorpresa y con sólo oír tu llegada, mi cuerpo comenzó a temblar. Me impacientaba el querer aislarte, desprenderte de la expectación. Transcurrían eternos los segundos y mi voz lanzaba gritos internos de algarabía. Cuando se apartó la portezuela, tu sombría luz acarició mis pupilas. La sangre hormigueaba en mis venas al sentirte reposar en mis brazos.
Al caer la noche comenzamos la naciente unión.
-Shaula; leves pálpitos nos empujan hacia mundos adyacentes. Mitigas las sendas temporales y dibujas soplos seduciendo mis dedos.
Juntos descubriremos cómo sentir, la que será, nuestra longeva conexión.
Incómodo asunto hurgar en las entrañas del corazón.
Enloquezco, me pierdo en laberintos ausentes de realidad. Realidad que no es otra que la que quiera uno crear, pero es dificil asomar un poco la cabeza. Entre todos los mundos posibles, hay unos que duelen en exceso, pero es bueno este dolor. Su bondad radica en un impulso que te lanza a seguir caminando por nuevas vías a explorar. Despejo todo aquello que me sobra y trato de llevar encima lo verdaderamente imprescindible.
En este nuevo camino no hay miedos, tampoco arrepentimientos por lo que se ha dejado atrás. Lo que hay son ganas, ilusiones, temblores por el deseo de partir y poco más.
Pueblan mi cabeza centenares de recuerdos, de viajes espontáneos, recorriendo el triángulo de amigos que forman Puerto Real, Sevilla y Huelva. En uno de sus vértices, el de Sevilla, fue dónde nos conocimos. Solía ir de vez en cuando a visitar esa ciudad, a desconectar de mi rutina y a crear historias con amigos. Eran días enriquecedores de paseos, charlas, cervezas y porros. Yo descubría la ciudad, que me era ya conocida, pero en esa época llegué a sentirla, a olerla, a caminarla. Cualquier plaza o jardín, acera o banco, eran dignos acompañantes de interesantes y sinceros diálogos.
Este ambiente rodeaba nuestro encuentro, que un día llegó. Me sorprendió tu estancia en casa de nuestro mejor amigo en común. Al ir a saludarte saliste corriendo, más tarde volviste y te paseaste sobre nuestras cabezas. Te gustaba mucho jugar, yo me impregnaba de ti, me divertía observando tus idas y venidas por aquella terraza. La imagen que de ti me cautivó, fue ver con qué entusiasmo correteabas, te reías y te enfadabas con tu reflejo en aquel espejo apoyado en la pared. Tu temprana edad desprendía energía y vitalidad. Bastaba mirar tus ojos para esbozar una sonrisa y emergía el buen ambiente que te rodeaba.
El tiempo siguió su curso y cada cual tomó su rumbo, aún así, la última vez que nos vimos mantuvimos un sosegado diálogo. Tú estabas descansando en el balcón, yo me acerqué a ti y nos miramos. Éramos diferentes a cuando nos conocimos. Sentí tu crecimiento, esa alocada actividad de juventud la moldeaste en suave serenidad y sabiduría. Tus brillantes ojos hablaban con más fuerza tu propia voz.
Federica, cada vez que me asome a un espejo trataré de adivinar dónde te escondes.
AL-YAZIRAT AL-HADRA
En un país democrático, una de sus virtudes es la igualdad de derechos a todos los ciudadanos. Derechos y deberes a todos por igual. De entre las muchas ventajas que nos proporciona es la salud. Salud y dentro de ella la preciada sanidad. Gozamos de un sistema sanitario libre y gratuito para todos y todas. Desde nuestro gobierno central comienza la sanidad, afortunadamente, diferentes comunidades autónomas tienen cierta libertad ante sus sistemas sanitarios. Por la zona sur, disfrutamos del SAS, o el servicio que nos facilita nuestra particular Madre Teresa (véase el genial logotipo de
Una mañana cualquiera, no importa cual, uno se despierta con fuertes molestias repentinas. Ante la incertidumbre, se decide a acudir a URGENCIAS para obtener respuestas de aquello que le está sucediendo. De manera urgente llega al Hospital e igualmente URGENTE (al cabo de dos horas), recibe la ansiada respuesta, ésta no es otra que una cita a primera hora del día siguiente.
Pasa el día y a primera hora de la mañana vuelve. Llega a las nueve y a eso de las nueve y media lo llaman a una consulta. La sorpresa es inexplicable, pues ha comenzado todo bien y rápido. Al entrar a la consulta le toman sus datos y le invitan a salir y en la sala de espera, ESPERAR. "Bueno",- piensa nuestro protagonista, "habrá que ESPERAR", se sienta en la sala y ve cómo el número de "esperadores" aumenta. Pasan una, dos y tres horas y nada, a seguir esperando. En este tiempo se olvida de sus dolencias contemplando cómo la sala se llena de personas con diferentes estados y que él considera mucho más importantes (hay personas en camillas, sillas de rueda, con goteros...). En fin, que piensa para sí mismo: "esa mujer anciana tumbada en una camilla, o esa chica joven acribillada de goteros tienen prioridad a su simple, aunque molesto dolor de güevos". Sigue avanzando el reloj y a la cuarta hora de espera, su nombre suena por megafonía interna. "Uf, que bien, ya me toca"- piensa nuestro iluso paciente. Es conducido con otros pacientes a la planta donde los va a ver el especialista en cuestión. Al llegar allí, de nuevo las palabras mágicas; "ESPEREN que en seguida les llaman". Al cabo de unos setenta y cinco minutos, hartos de tanta ESPERA, van a la puerta de la consulta a preguntar. Sale una persona y de manera sorpresiva dice: "¿quiénes son ustedes?, ¿qué vienen a consulta?". Ya no saben si cagarse en to sus vivos o tumbarse y reírse a carcajadas. En fin que la consulta se hace y se acerca el final de
Sin mucho convencimiento se puso a ello y dicho y hecho, recetas en la mano y camino para casa.
Al marcharse no pudo evitar mirar a todos los que seguían poblando la sala de ESPERA, cruzó miradas con algún que otro compañero y compañera de ESPERA, que debían seguir más tiempo allá.
Como se puede observar, esto es algo anecdótico que, a mi parecer, describe de cierta manera qué tal vivimos en nuestra amada Isla Verde, de algo así sería que a alguien se le ocurrió una vez apodarnos Los Especiales.
Una fría mañana de Noviembre mi nombre quedó huérfano. Su sustituto es por el que respondo actualmente. Pasaron años y éste seguía vagando sin rumbo a seguir.
Llegó un nuevo siglo y en una tarde de Octubre te descubrió. Pidió acompañarte, tú lo acogiste con la ternura de quién eras y de quién ibas a ser.
Hoy ambos camináis seguros y firmes, jugáis aprendiendo, aprendéis jugando, os mostráis cómo sois y enseñáis a cada salto que dais.
Yo os observo y rebosa por mis poros la alegría. Las palabras que dicen tus ojos me hacen ver nuestra cercanía. Con tus risas, tus enfados, tus lágrimas y tus carcajadas, dibujas en el aire a ese ser al que yo persigo y al que nunca quiero alcanzar. Quiero seguirlo siempre para que no cese mi camino, para descubrirme una y otra vez. Con todo lo que me das, mis pasos son más firmes y seguros, afianzas mi ser en mí.
Coloreas paisajes bañados por un cálido sol primaveral. Calidez ésta, que alza nuestras copas y brindamos por un recreo interminable.
…Espejos de tonos grises reflejan las formas de todo ser, de manera sagaz, con sólo observar sus movimientos elaborando manjares.
Su base reside en la percepción del ritmo y el compás del tiempo.
Configuran un par de perfiles elementales:
- De un lado, seres de ritmo vertiginoso, de decisiones instantáneas a la hora de elegir y preparar los alimentos. Estos viven corriendo de aquí a allá. Mientras se surten de ingredientes para su primer bocado, ya piensan cómo harán el plato final. Rara vez se paran a saborear el aroma que inunda el lugar. Ellos sienten su ritmo al cocinar e inunda toda su existencia. Se dirigen a mundos felices por un camino plagado de sucesivos momentos indigestos. No dejan tiempo a sanar su indigestión, cuando ya se vuelcan en saborear un nuevo manjar. Habitan un lugar cíclico, sus continuas decisiones ya muestran la esfera a la que se dirigen. Son portadores y creadores de muchas recetas, pero en definitiva, todas sus vidas son siempre iguales. Suben, bajan y se conducen a una vuelta más.
-Moradores de otras cocinas se distinguen por su serenidad y su ritmo tan pausado, que puede conducir al hastío. Se detienen a cada paso tratando de saborear el jugo hasta del más insignificante ingrediente. Se vuelcan en la elaboración sin percibir que el mundo sigue girando a su alrededor. Flotan conducidos por los aromas sumidos en eternas digestiones. Digestiones que nunca acaban, o más bien, comienza una nueva al percibir que la anterior se acerca a su final.
Ambos perfiles cocinan deseando la misma llegada, que nos es otra que, disfrutar del sabor de una deliciosa exquisitez…
Se hace presente el festival tembloroso de tu cercana llegada. Se espesa mi mente pensando en qué puedes contigo traer. Afloran ilusiones, trato de disuadirlas para concluir pensando en no pensar. No pensar para serenar el turbulento estremecimiento que mora en mi piel. Una esperada llamada confirma nuestro encuentro. Me pongo en marcha para acudir allá donde permaneces.
No consigo contemplarte en plenitud, pero oigo tus silbidos que me obsequian recuerdos tan olvidados como presentes en mí.
Un adiós fue dicho señalando el futuro encuentro, en el cual, me mostrarás algo más que logre impregnarme con tu luminosidad.
Esperaré tal momento, sumido en la felicidad hoy alcanzada. Avanzaré sin atajos y sin miedos, coloreando la senda en la que nos volvamos a ver.
Evanescente es el aliento, que mis dedos humedece, entre los arrecifes de la madrugada. Espirales en las sienes agudizan el oído.
Su silenciosa mirada me grita, me atrae y me embauca para que la deje reposar en mi regazo. Mis manos recorren sus infinitos senderos y dan a luz sus gemidos, iniciando nuestro, más íntimo, diálogo.
Sumergidos en un placentero llanto, viajamos de la mano, recorremos innumerables horizontes.
Se evade el tiempo, las palabras de mis dedos son dichas por su suave y rítmica melodía, que nos invita a bailar, hasta quedar exhaustos y reposar en nuestros sueños.
Luz que te enciendes y apagas en una noche silenciada por lejanos rugidos de gigantes de acero.
El aire transmite un frío aliento que enmudece a mis dedos. No hablan, solamente escuchan y se quejan de vez en cuando. Murmullan, en secreto, gestos entre ellos. Este helado suspiro da calor a mi cuerpo pero vosotros no lográis avivaros. Os sentís ultrajados, burlados, no queréis seguir motivando al hilo conductor de mis sentimientos. Os vais sin percataros que el que huye soy yo. Me marcho como aprendí a temprana edad. Elijo mi senda y doy firmes, pero sigilosos, pasos hacia cualquier lugar. No puedo, ni quiero participar en esta absurda conexión inexistente, os desligáis de mí y el que inicia su partida soy yo.
No comprendo vuestro silencio al daros plena libertad para expresaros.
-¿Queréis que ordene vuestras palabras?
-Algo así jamás haré.
Debéis seguir vuestro camino sin mi y yo el mío sin vosotros. Si existe un lugar que nos reencuentre, amados dedos parlantes, allá nos veremos y acordaremos la nueva alianza.
Hasta ese momento, deseo que sea feliz vuestra aventura y logréis disipar el gélido hálito, de esta noche, que nos desliga.
Cansado de esperar, seguiré esperando ante la imposibilidad de poder actuar. Actuar para qué, para quién, para cuándo, para dónde.
Actuar para no dar ni un paso más. Permaneceré estático sin tan siquiera parpadear. Mis hilos, tensos descansarán, lucharán para no ser esparcidos por la inmensa nada.
Ellos son fuertes pero pueden flaquear y con ello hacer que surjan astillas. Astillas que acaricien suavemente, embelesándome, para conseguir su cometido, que no es otro que fragmentar esos hilos de conexión.
Quiero resistir y unirme a ellos, a su tenso descanso. Lo que no puedo es divisar un horizonte que me hable, me mire y me ayude a perpetuar la tensa espera.
Se muestra ante mí un paisaje blanco, nueva perspectiva albina que tendré que colorear.
Mi cuestión es; ¿para qué?, ¿para ser?, ¿para estar?
Me respondo; ¡para ser! Esto me dirige nuevamente a ver que soy, pero no soy.
Livianos destellos se abrazan y emanan arroyos luminosos. Traéis con vosotros una dulce fuente de sosiego que clarifica tan turbios sumideros. Profundas simas madres del albor. Un albor que presenta un divertido y acordado juego con las palabras. Con él se desglosan recónditas emociones, para así, avanzar la senda por sus vías aún más sólidas y reforzar nuestra intrínseca conexión.
Llegan infinitos manantiales de libertad para decidir el instante de dar el soplo y germinar en la esfera más dispar.