miércoles, 21 de mayo de 2008

"Hasta los güevos"

AL-YAZIRAT AL-HADRA

En un país democrático, una de sus virtudes es la igualdad de derechos a todos los ciudadanos. Derechos y deberes a todos por igual. De entre las muchas ventajas que nos proporciona es la salud. Salud y dentro de ella la preciada sanidad. Gozamos de un sistema sanitario libre y gratuito para todos y todas. Desde nuestro gobierno central comienza la sanidad, afortunadamente, diferentes comunidades autónomas tienen cierta libertad ante sus sistemas sanitarios. Por la zona sur, disfrutamos del SAS, o el servicio que nos facilita nuestra particular Madre Teresa (véase el genial logotipo de la Junta). Al sur del sur somos infinitamente afortunados pues gozamos de las muchas ventajas que este sistema nos garantiza. Todo ello queda mostrado gratamente en nuestro particular Hospital.

Una mañana cualquiera, no importa cual, uno se despierta con fuertes molestias repentinas. Ante la incertidumbre, se decide a acudir a URGENCIAS para obtener respuestas de aquello que le está sucediendo. De manera urgente llega al Hospital e igualmente URGENTE (al cabo de dos horas), recibe la ansiada respuesta, ésta no es otra que una cita a primera hora del día siguiente.

Pasa el día y a primera hora de la mañana vuelve. Llega a las nueve y a eso de las nueve y media lo llaman a una consulta. La sorpresa es inexplicable, pues ha comenzado todo bien y rápido. Al entrar a la consulta le toman sus datos y le invitan a salir y en la sala de espera, ESPERAR. "Bueno",- piensa nuestro protagonista, "habrá que ESPERAR", se sienta en la sala y ve cómo el número de "esperadores" aumenta. Pasan una, dos y tres horas y nada, a seguir esperando. En este tiempo se olvida de sus dolencias contemplando cómo la sala se llena de personas con diferentes estados y que él considera mucho más importantes (hay personas en camillas, sillas de rueda, con goteros...). En fin, que piensa para sí mismo: "esa mujer anciana tumbada en una camilla, o esa chica joven acribillada de goteros tienen prioridad a su simple, aunque molesto dolor de güevos". Sigue avanzando el reloj y a la cuarta hora de espera, su nombre suena por megafonía interna. "Uf, que bien, ya me toca"- piensa nuestro iluso paciente. Es conducido con otros pacientes a la planta donde los va a ver el especialista en cuestión. Al llegar allí, de nuevo las palabras mágicas; "ESPEREN que en seguida les llaman". Al cabo de unos setenta y cinco minutos, hartos de tanta ESPERA, van a la puerta de la consulta a preguntar. Sale una persona y de manera sorpresiva dice: "¿quiénes son ustedes?, ¿qué vienen a consulta?". Ya no saben si cagarse en to sus vivos o tumbarse y reírse a carcajadas. En fin que la consulta se hace y se acerca el final de la ESPERA, o eso parece, pues de nuevo han de volver a la consulta con el profesional de URGENCIAS. Nuevamente a ESPERAR, nuestro amigo es llamado y desde la puerta se le invita a volver a subir a la planta del especialista. "¿Cómo?"- dice con cierto mosqueo. "Si, esto se lo debe recetar el otro doctor, yo no puedo". Sin pensarlo se cuela en la consulta y se sienta, afirmando que sin recetas de ahí no se mueve. El simpático doctor le transmite algo así como sus desavenencias o desacuerdos con el otro equipo en cuestión. A lo que sin dudarlo responde, "mire, ustedes pueden llevarse como les de la gana, pero a mi me duele un güevo y llevo aquí seis horas para que me den un diagnóstico que no es otro que dos recetas, y ¿ahora usted me manda de nuevo a otro lugar?, yo no voy a ser más hoy uno de sus juguetes, no voy a ser esa pelota que se lanzan unos a otros. Resuelvan sus historias si quieren, váyanse de juerga o pártanse la cara si les apetece, pero a mi déjenme en paz, a mi me duelen los cojones y tengo hambre, así que hágame las recetas y desapareceré de su vista".

Sin mucho convencimiento se puso a ello y dicho y hecho, recetas en la mano y camino para casa.

Al marcharse no pudo evitar mirar a todos los que seguían poblando la sala de ESPERA, cruzó miradas con algún que otro compañero y compañera de ESPERA, que debían seguir más tiempo allá.

Como se puede observar, esto es algo anecdótico que, a mi parecer, describe de cierta manera qué tal vivimos en nuestra amada Isla Verde, de algo así sería que a alguien se le ocurrió una vez apodarnos Los Especiales.



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