La mochila preparada la noche anterior. El sueño llama temprano, pero es interrumpido varias veces por las ganas de que amanezca y comience el día. Entre estas interrupciones, llega la definitiva y el sol acaricia la ventana. Un sol, que hoy es gris por la niebla levantina del amanecer.
El agua moja el cuerpo y ameniza el despertar. Más tarde, el
café dará sabor a esta mañana. Mañana que presenta sentimientos del ayer. Es
algo así como una vuelta, un reinicio, un redescubrimiento, o simplemente es;
continuar el sendero. Ese que llama con señales inequívocas a este ser interior
que, tras otra inmersión, vuelve a emerger empujado por nuevos vientos.
Vientos que lo conducirán a cualquier lugar.
Hoy, el lugar es tan atrayente como ameno. Allí, se respira
el aprendizaje que ofrece la observación de otras vidas. Vidas muy cercanas y
desconocidas. Vidas que regalan vida.
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