martes, 8 de mayo de 2012

Una vez me dijeron: "Tus relaciones con las mujeres, son como novelas de Kafka."

Alguien que habita en mi interior, me suele contar sus más íntimos secretos y, a veces, le da por salir. Cuando sale, nunca sabe qué decir ni cómo actuar. Se siente extraño en este mundo, que llamamos, real. Al intentar expresarse, no es capaz de argumentar nada que tenga sentido. Este sin-sentido va dibujando un mundo caótico que emite confusión, mucha confusión. Confusión que trae consigo inseguridad y malestar, encargadas de enturbiar el ambiente.
Puede ser que ese mundo caótico sea su manera de comunicarse con el otro mundo, con esa realidad que le resulta tan desconocida.
En éste, su caótico mundo, no conoce otra forma de decir lo que siente. Se vuelve ciego, además de sordo. Sus labios no saben articular sonido alguno. Un temblor en su cuerpo, es la única manera de expresar lo que siente. Este temblor, que resulta extraño e incomprensible, choca con la realidad y, lo que pretendía ser algo constructivo, se torna en un manantial desconcertante.
Tras el impacto y sus consecuencias; él, vuelve con el temblor a su lugar. Allí donde su voz aparece de nuevo y parece sonar suavemente en mis oídos. Me cuenta sus anhelos y va recuperando seguridad en sí mismo. De manera locuaz, ahora sí, expresa argumentos que le fueron imposible enlazar. Me cuenta lo que nunca sabe decir. Me dice lo que nunca sabrá contar.
Añora el valor que haga sonar su voz para gritar que; "¡quiero besarte, quiero que me duelan los ojos de mirarte!".



No hay comentarios: